Dar alas a los hijos para que tengan autonomía

¿Quién no ha visto alguna vez la escena de mamá pata con sus polluelos detrás? Sus crías la siguen por una pulsión biológica llamada impronta. Los monitos de laboratorio pasan horas aferrados a sus mamás de peluche buscando la protección de su piel de trapo, gracias al instinto de apego, sin el cual mueren aunque estén bien alimentados. Los bebés humanos también poseen este instinto, nos cogen el dedo, sonríen, nos miran, nos conquistan desde el primer minuto para que anhelemos protegerlos. Esta necesidad de relacionarnos nos acompaña a lo largo de toda la vida. ¿Recuerdan a Tom Hanks en la película El Náufrago hablando con la pelota Wilson para no enloquecer en la soledad de la isla? La naturaleza hace que los hijos nos sigan gracias al apego y nosotros les respondemos con cuidado y protección gracias al amor.

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El Mundo

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