La tragedia del Hindenburg

El 6 de mayo de 1937, hoy hace 79 años, el dirigible Hindenburg, que había despegado 3 días antes de Hamburgo tras haber cruzado el Atlántico, se acercó a la base de amarre en la Estación Aeronaval de Lakehurst (Nueva Jersey), después de esperar varias horas por culpa de una tormenta que le había impedido realizar las maniobras de atraque.

Cuando el personal de tierra se encontraba en posición para realizar el amarre y la nave se encontraba a unos 60 metros de altura, comenzó a salir humo de una de las aletas posteriores, produciéndose una primera explosión y al poco tiempo una segunda en la zona central de la nave que se incendió, convirtiéndose en una enorme bola de fuego.

El enorme dirigible quedó envuelto en llamas y comenzó a descender, mientras los pasajeros y miembros de la tripulación que habían sobrevivido a las dos explosiones, saltaban desde lo alto en un desesperado intento de salvar su vida. Los últimos en saltar fueron los dos capitanes uno de los cuales moriría a la mañana siguiente víctima de las quemaduras.

En el dirigible viajaban un total de 97 personas, de las cuales 36 eran pasajeros y 61 tripulantes. El trágico balance de víctimas alcanzó las 36, que murieron abrasados o aplastados bajo la estructura del monstruo que se había convertido en el orgullo de la Alemania nazi.

El Hindenburg medía 245 metros de largo y 41 metros de diámetro. Podía albergar a unas 100 personas, contaba con varias cabinas de pasajeros que incluían una cama un pequeño armario y un lavabo, además de baño, salones desde los que se podía admirar el paisaje e incluso una sala de fumadores, pudiendo alcanzar una velocidad de 130 km por hora.

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