El 11 de mayo de 1960, hace 56 años, en la ciudad de Bancalari, en el norte del Gran Buenos Aires (Argentina), agentes del Mosad, el Servicio Secreto Istraelí, secuestraron en plena calle al genocida nazi Adolf Eichmann, quien vivía de incógnito tras el nombre de Roberto Klement.
La primera persona que logró dar con Adolf Eichmann fue Lothar Herman judío alemán y ciego, vecino suyo cuya hija adolescente tenía amistad con uno de los cuatro hijos de Eichmann. Herman comenzó a sospechar por cosas que le iba contando su hija sobre el hogar del señor Klement, hasta que al final quedó convencido de la verdadera identidad del nazi fugado.
Pero el Mosad no quería dar crédito a un ciego. Según la agencia israelí era imposible que un ciego reconociera al criminal de guerra. Mucho más tarde, a finales de 1950, por la intervención de un amigo importante del citado invidente, el Mosad entró en acción, resultando positiva su identificación después de muchas verificaciones y preparándose un secuestro.
El 11 de mayo de 1960, violando los tratados de asistencia consular y la soberanía argentina, un equipo de agentes del Mosad lo esperaron en una calle fingiendo que su coche se había averiado. Por la noche, a la llegada del autobús de la línea 203 Eichmann sin sospechar nada al ver el vehículo averiado, descendió del autobús, momento en el que uno de los agentes se le acercó y le dijo en la única frase en español que sabía: «Un momento, señor, ¿puedo preguntarle algo?».
Eichmann, que venía con una linterna de mano, se detuvo sorprendido, llevó una mano al bolsillo y el agente se le echó encima. Eichmann gritó pero el motor del vehículo se puso en marcha y amortiguó sus gritos. Secuestrado en plena calle, fue subido al auto en marcha.
Los agentes israelíes lo trasladaron a un piso franco. Fue atado a una cama e interrogado hasta que Eichmann, quien dijo llamarse Ricardo Klement y luego Otto Henniger, al fin dio su número correcto de las SS y admitió su verdadera identidad.
Finalmente y después de muchas dificultades fue sacado de Argentina y trasladado a Israel, donde se le juzgó y condenó a morir en la horca por crímenes contra la humanidad.
La sentencia se cumplió el 31 de mayo de 1962 y sus últimas palabras fueron: “Larga vida a Alemania. Larga vida a Austria. Larga vida a Argentina. Estos son los países con los que más me identifico y nunca los voy a olvidar. Tuve que obedecer las reglas de la guerra y las de mi bandera. Estoy listo”.
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Afcionado a la lectura y a la escritura os dejo aquí, con mi cajón de sastre.