Etimológicamente la palabra “pedofilia” proviene del griego “país, paidos” (niño) y -filia “philos” amor. El diccionario de la Real Academia de la Lengua define este término como la atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes.
Así en virtud dela elección realizada de los niños como objeto sexual por parte de la persona que padece este trastorno, podemos diferenciar entre el término «pedofilia», utilizado para designar a adultos que escogen como objeto sexual a niños/as de 12 años o menos y el término «hebofilia» designado para el adulto que escoge como objeto sexual a adolescentes mayores de 12 años.
El manual DSM V (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), clasifica a la pedofilia dentro de los diferentes trastornos parafílicos existentes, (Trastorno de voyeurismo, Trastorno de exhibicionismo, Trastorno de froteurismo, Trastorno de masoquismo sexual, Trastorno de sadismo sexual, Trastorno de pedofilia, Trastorno de fetichismo, Trastorno de travestismo, Otro trastorno parafílico especificado, Trastorno parafílico no especificado). Si consultamos el mismo, podemos observar los criterios diagnósticos para su determinación tanto en individuos que admiten esta parafilia como para aquellos que niegan categóricamente su atracción por niños prepúberes.
En cuanto a la prevalencia o porcentaje de pedófilos en la población, este es desconocido al tratarse de un trastorno con una especial sensibilidad. Así podemos ver, como mientras el DSM V recoge un rango del 3-5% para la población masculina a diferencia con la población femenina donde se supone es más pequeña e incierta, Michel Seto, psicólogo clínico del grupo Royal Ottawa Healthcare, establece el porcentaje en un 5% de la población general en su libro Pedophilia and Sexual Offending Against Children: Theory, Assessment and Intervention publicado en 2008 y por otro lado el Papa Francisco, afirma en una entrevista publicada en el diario La Repubblica en el año 2014 que este porcentaje supone un 2%.
En la búsqueda de las causas, las diferentes investigaciones realizadas hasta el momento, parecen mostrar evidencias de alteraciones del neurodesarrollo tales como: un bajo cociente intelectual, una menor talla física o una preferencia manual izquierda, además de un patrón de activación cerebral con predominancia subcortical ante estímulos sexuales, si bien estos problemas durante el desarrollo no son condición suficiente para explicar por si solas la pedófila.
De todos es conocido el interés suscitado por la sociedad, asi como la alarma producida por la aparición de nuevos casos. Los trabajos realizados intentan ofrecer una explicación del interés sexual hacia los niños que una persona adulta puede desarrollar, añadiendo a las alteraciones del neurodesarrollo, factores medioambientales que pueden predisponer a la conversión de una persona en pedófilo, como por ejemplo haber sido víctima de abusos sexuales en la niñez. A este fenómeno se le conoce como “ciclo víctima-abusador” o fenómeno del “abusador abusado”.
En el artículo que se expone a continuación con el título “Cartografiando la pedofilia: eficacia de los tratamientos y estrategias futuras”, publicado en la revista Apuntes de Psicología en el año 2014 volumen 32,número 3, págs. 245-250, a cargo de Francisco Balbuena Rivera (Universidad de Huelva), se hace una breve introducción sobre la relación entre las alteraciones neurológicas y la pedofilia que parecen evidenciar los distintos estudios realizados hasta el momento, así como un repaso por los distintos tratamientos disponibles en la actualidad que no parecen ofrecer una solución eficaz frente a este trastorno.
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Karl Popper