Psicología positiva: un modesto y breve apunte sobre un eterno debate

“Las organizaciones modernas esperan que sus empleados sean proactivos y muestren iniciativa personal, que colaboren con los demás que tomen responsabilidades en el propio desarrollo de carrera y que se comprometan con la excelencia”. Este párrafo bien pudiera servir para entender los objetivos a seguir para lograr una eficiencia plena de las organizaciones Salanova y Schaufeli (2004).

Será por tanto este nuevo modelo de Psicología Positiva el que, aplicado al mundo organizacional, de lugar a lo que actualmente se conoce como Psicología Organizacional Positiva, definida por Salanova y Schaufeli, como «el estudio científico del funcionamiento óptimo de las personas y de los grupos en las organizaciones, así como de su gestión efectiva, para así tratar de describir, explicar y predecir el funcionamiento optimo en ambos contextos, a fin de potenciar la calidad de la vida tanto laboral como organizacional».

Y es precisamente desde la Psicología de la Organizacional Positiva, desde donde se pretende atender y dar respuesta a las demandas de estas organizaciones modernas, todo ello también desde una óptica más novedosa, que pueda afrontar los problemas surgidos en las organizaciones, centrada en la fortaleza del empleado y del funcionamiento organizacional óptimo, acorde con los cambios que se están produciendo en las sociedades actuales y donde la gestión de estos cambios que afectan también a las organizaciones y al mercado de trabajo, requiera un cambio de paradigma de la Psicología, apartado de un enfoque tradicional negativo, inspirado en el modelo medico y abrace un nuevo modelo de salud con base en la Psicología Positiva, donde la gestión de las emociones positivas, la resistencia psicológica, la felicidad, el disfrute intrínseco, el flow, el engagement, la esperanza, la autoeficacia y la autodeterminación supongan nuevas áreas de investigación y aplicación a las organizaciones.

Por tanto y en resumen, bajo el prisma de esta “nueva ciencia”, no exenta de críticas tal y como veremos a continuación, se podrán descubrir y conocer una vez analizados los distintos niveles de funcionamiento optimo, aquellas características que se hacen imprescindibles para el desarrollo de una buena vida organizacional.

Pero para comprender mejor el contenido de estas críticas, debemos partir en primer lugar exponiendo las características de este nuevo paradigma, el de la Psicología Positiva, que emerge desde los postulados de Seligman y Csikszentmihalyi (2000) quienes en el artículo publicado en American Psychologist, establecen las bases de la  Psicología Positiva “como una ciencia basada en la experiencia subjetiva positiva, en los rasgos individuales positivos y en las instituciones positivas que promete mejorar la calidad de vida y prevenir las patologías que surgen cuando la vida es estéril y sin sentido”.

Este nuevo enfoque, chocaba frontalmente con un enfoque tradicional de la Psicología que hasta entonces aplicaba un modelo médico basado en la búsqueda de un diagnostico y de un tratamiento que pusiese fin a un trastorno o patología asociada y que el propio Seligman establece como objetivo, para que esta nueva Psicología, comience a catalizar un nuevo enfoque que vaya desde la preocupación solo por reparar las peores cosas de la vida, hacia la construcción de cualidades positivas.

Schwartz (2000) en su artículo “Self-Determination The Tyranny of Freedom” señala como la tarea de esta nueva Psicología Positiva debiera ser la de descifrar la “gramática” de las elecciones de la vida humana, ósea describir el conjunto de restricciones que realmente permiten la libertad en lugar de impedirla, enseñando a las personas como hacer las cosas. En definitiva, una Psicología Positiva que enseñe a las personas técnicas efectivas para obtener los objetivos propuestos y a su vez mostrar a la gente los contenidos que conforman una buena vida y que rompa de una vez con el paradigma tradicional más interesado en la patología, en definitiva, en lo negativo.

Estos nuevos planteamientos, la forma de enfocar los objetivos de esta nueva ciencia, hizo que inmediatamente surgieran criticas o mejor ciertas preocupaciones al entender que este nuevo paradigma más bien parecía responder a criterios de etnocentrismo centrado en los valores de la cultura occidental y condenada a ser estrecha y etnocéntrica, mientras sus investigadores no sean conscientes de los supuestos culturales que subyacen a su trabajo tal y como sostiene Cristopher (2008) quien a su vez expone, como la hermenéutica filosófica y el interactivismo de Mark Bickhard (1989), pueden aportar herramientas para criticar supuestos y valores que den forma a la teoría, a su investigación y a las prácticas, para ir más allá de falsas dicotomías, subyacentes al pensamiento occidental y perspectivas individualistas y que ayuden a discernir manifestaciones específicas de los significados culturales. En resumen, si bien la Psicología Positiva parece fundamental para el bienestar de la Psicología del siglo XXI, Cristopher, mantiene que esta, debe ser vigilada para no convertirse en otra forma más de ideología disfrazada que ayude a perpetuar el status quo sociopolítico y no haga justicia a las visiones morales de quienes están fuera de esta perspectiva.

Ahuvia, (2001) a fin de evitar caer en ese etnocentrismo cultural occidental, criticado en la Psicología Positiva expone, que si bien las investigaciones transculturales han mostrado una fuerte correlación entre las culturas individualistas y niveles más altos de bienestar subjetivo, estas investigaciones, debieran ser abordadas en profundidad, pues quizás se encuentren hallazgos que muestren errores en los métodos de investigación utilizados o áreas importantes de la experiencia humana que hayan sido omitidas y por tanto la subjetividad de nuestro instinto priorice sobre la objetividad de los datos obtenidos.

Para Brand (2001) Schawartz, no ha avanzado en la definición de una psicología positiva al denunciar la autodeterminación y libertad, pues no ha definido el nivel donde se debieran imponer limitaciones a las elecciones de los individuos.

Por otra parte, Bacigalupe (2001) opina que, si bien el artículo de Seligman y Csikszentmihalyi prometía romper con este enfoque patológico tradicional, pronto dio paso a una decepción a tenor de la información  aportada y en concreto a la publicación de las fotos de los autores del artículo, lo que para Bacigalupe supuso entender que pertenecían a un grupo cultural dominante de los Estados Unidos y por tanto no representaban la multivariedad existente, más en concreto, no representaban a las personas de color. De igual manera Bacigalupe entendía como la lucha, la supervivencia o la capacidad de prosperar ante las adversidades, solo parecía estar asociada a los sujetos estadounidenses blancos y por tanto esta nueva ciencia pasaba a tener connotaciones culturales con un cierto sesgo racista, a juzgar por lo descrito en su artículo publicado en American Psychologist.

Véase también a Taylor (2001) quien responde a Seligman y a su comentario sobre como los psicólogos humanistas no representan a la “Psicología Positiva” porque no han generado una tradición investigadora a la vez que pecan de narcisistas y anticienficos. Taylor contrario a estos argumentos, cree en la existencia de cierto paralelismo entre los postulados de Seligman y los mantenidos por Freud más cercanos a una psicología popular que científica, pues para él, Seligman y Csikszentmihalyi necesitan penetrar en el núcleo de la psicología científica, basado en precedentes históricos ya establecidos por el movimiento humanista de la psicología estadounidense que ahora pretenden excluir.

Muchas, por tanto, fueron las críticas que surgieron desde la misma concepción del movimiento y que Cabanas (2011) en ánimo de una mejor comprensión, trata de esquematizar, procediendo a agruparlas en cuatro bloques temáticos que bien pudieran estar relacionados entre sí:

1- El primero de ellos, centrado en el estudio de una interrelación entre los diferentes agentes sociales y culturales (gobierno, instituciones mentales y sanitarias, literatura divulgación y autoayuda, televisión etc.) que ayudan a configurar y hacer extensibles las nociones de felicidad y bienestar y como la Psicología Positiva se centra en la producción de subjetividades ligadas a modos de producción propios del libre mercado. Así por ejemplo dejaban constancia de estas críticas:

Rimke (2000) habla de un yo “hiperresponsable”, resultado de practicar lo que la literatura de autoayuda dice ser efectiva, en la búsqueda de la superación personal y la autonomía. Estas prácticas para Rimke, darán como resultado una persona menos autónoma, pues esta autoayuda se halla intrínsecamente vinculada con la gestión gubernamental de las poblaciones.

Binkley (2011) desde la teoría de la gubernamentalidad, examina a la Psicología Positiva, concluyendo que esta nueva ciencia se argumenta sobre la base de la necesidad de explorar teóricamente la productividad de este discurso, en la configuración de nuevas subjetividades y como la felicidad tiene valor para repensar ciertos sesgos teóricos dentro de la gubernamentalidad que tienden a enfatizar la racionalidad a expensas de las emociones.

2- Un segundo bloque centrado en la historia, trata de ahondar en las practicas culturales norteamericanas, sus influencias religiosas, económicas, científicas intentando explicar el por qué del surgimiento y asimilación de la cultura de este nuevo movimiento.  Para estos autores esta nueva ciencia tiene un marcado carácter cultural en deuda con una tradición occidental y un con un tipo de ideología individualista afincada en Estados Unidos.

Autores como Becker y Mareckek (2008) quienes ven a la Psicología Positiva endeudada con una cepa de individualismo claramente estadounidense y con otros movimientos anteriores que buscaban promover la salud y la felicidad. Estos autores no son partidarios de considerar a la persona o a la familia como lugar de florecimiento de la felicidad y por tanto deberán tenerse en cuenta otros entornos más amplios como el social, político, abogando por un enfoque que vaya más allá del individuo de forma aislada.

Por su parte Kristjannson (2012) se manifiesta negando el carácter novedoso de esta nueva ciencia tal y como afirma al titular su artículo como “Psicología Positiva y Educación Positiva: ¿Vino viejo en botellas nuevas?”, donde realiza un análisis crítico sobre las ramificaciones educativas de la Psicología Positiva que culminan en un modelo de educación positiva, en el que a juicio del autor, aún quedan preguntas por responder sobre la eficacia y originalidad de este modelo.

Vemos pues como hasta la originalidad del propio nombre de este nuevo movimiento “Psicología Positiva”, es puesta en cuestión para estos críticos, pues para ellos este surge en el contexto de la Psicología Humanista, en el libro de Abram Maslow (1954). Maslow ya deja constancia de que la Psicología tradicional había caído en un pesimismo, centrada en el estudio de las deficiencias del hombre, sus enfermedades, sus pecados, en definitiva, en el estudio de un lado oscuro asociado a aspectos negativos. Por el contrario, se necesitaban de alternativas o propuestas que llevaran a la Psicología a descubrir las virtudes del ser humano, la capacidad de superación y otras potencialidades y esto precisamente era lo que le hacía pensar que un nuevo giro en la Psicología era necesario para alejarse de ese pesimismo existente, de esa mitad oscura y mezquina tal y como el mismo mantiene.

3- Un tercer bloque de críticas podría agruparse entorno a los conceptos teóricos del modelo, así como a los aspectos metodológicos que resultan insuficientes para quienes ven en estos conceptos un objeto de crítica. En este sentido Fernández-Ríos y Novo (2012) ofrecen una revisión crítica de la Psicología Positiva como paradigma, concluyendo como este nuevo enfoque teórico de la Psicología Positiva no es nada novedoso ni original con una clara desinformación e ignorancia tanto de la Filosofía, la Antropología cultural y la Historia de la Psicología, lo que para estos autores supone un verdadero desafío que requiere superar problemas teóricos y prácticos para poder ser considerada como un nuevo paradigma.  En este sentido, enumeran una serie de criticas realizadas a lo largo del tiempo en la diversa literatura publicada sobre la Psicología Positiva destacando algunas de ellas:

  1. No se trata de un nuevo campo emergente ni supone un nuevo paradigma (Fernández-Ríos, 2008; Fernández-Ríos y Cornes, 2009) y por tanto no hay nada nuevo en la Psicología Positiva.
  2. La Psicología Positiva, incurre en una excesiva dramatización de la vida sociocultural, para erigirse en una especie de llave que tiene la solución a los múltiples problemas existentes y así hacer menos dramático el proceso de vivir.
  3. Utilización de conceptos de forma vaga, generando confusión teórica
  4. Efecto Barnum» (Meehl, 1956) en Psicología Positiva, rápida aceptación de las características de los individuos y organizaciones «positivos» a partir de descripciones muy generales y vagas.
  5. Utilización de la Psicología Positiva como “lema político” al utilizar los psicólogos conceptos dictados por discursos dominantes y así “disfrazar” comunidades de creencias bajo el paraguas de un carácter científico (Lazarus, 2003a, 2003b).
  6. Basada en falsas dicotomías: hedonismo-eudaimonia, afecto positivo-negativo.
  7. Obsesión por la “cultura permayouth” o síndrome de “permanentemente joven” donde una patologización de lo normal puede acarrear al uso de estimulantes o drogas que supuestamente generen esos afectos positivos deseados y donde el mercado para obtener por diversos medios la felicidad deseada, se transforme en un mercado de lo imposible, de lo inalcanzable.
  8. Los peligros de la positividad ilimitada, la utilidad del pensamiento negativo, el lado negativo de promover el pensamiento positivo (por ejemplo, una alta autoestima), los peligros del individualismo, descuidar el contexto del comportamiento, la defensa del statu quo, la búsqueda infructuosa de universales psicológicos positivos o la búsqueda de la felicidad es una «obsesión cultural» del estilo de vida estadounidense centrada en la «tiranía de la actitud positiva» (Held, 2002, 2004) o la «tiranía del bienestar» (Warren, 2010) son otras de las criticas recogidas por Fernández-Ríos y Novo.

Por otra parte, Miller (2008) acusa a la Psicología Positiva de estar basada en argumentos falaces como una falta de definición, una generalización injustificada o una clara tautología. Además, esta nueva ciencia no demuestra que las actitudes positivas puedan explicar el éxito o el bienestar y la felicidad, sino que simplemente asocia la salud mental con un tipo de personalidad alegre, extrovertido impulsado por objetivos en la búsqueda de status. Este modelo de salud Mental, para Bickhard además de superficial, resulta ser una mera caricatura de lo que supone ser un extrovertido y a su vez esas actitudes positivas y alta autoestima solo enmascaran la carencia de actitudes que permitieran crecer como ser humano y alcanzar un verdadero conocimiento.

Lazarus (2003) por su parte, pone el foco de la critica de la Psicología Positiva en dos aspectos. Por un lado, estarían los problemas surgidos a partir del método de investigación utilizado y la conceptualización del movimiento de la Psicología Positiva. Por otro lo que él considera errores desde la perspectiva filosófica, sobre todo en la tendencia a tratar y afrontar el estrés como un aspecto negativo, así como a mantener separado lo bueno de lo malo.

En relación con el primer aspecto cuatro son los problemas relacionados con la investigación:

  1. Dos limitaciones relacionadas con la investigación transversal como son la incapacidad para demostrar una relación causal y la incapacidad para distinguir lo estable de lo cambiante por ser diseños exclusivamente interindividuales. A estas limitaciones se refiere como “problema de las limitaciones de la investigación transversal”.
  2. Una tendencia generalizada a recurrir a la simplicidad entre dos valencias, la positiva y la negativa, sin una herramienta de medición adecuada y únicamente comparando las emociones positivas frente a las negativas, lo que el denomina un problema de “valencia de la emoción”.
  3. Una exageración de la importancia de la muestra o diferencias de cohorte y falta de atención a las diferencias individuales, lo que èl denomina “problema de las diferencias individuales”.
  4. La utilización generalizada de cuestionarios y listas de verificación que resultan inadecuados para con precisión describir el flujo de emociones que se hayan podido experimentar. Este problema es denominado “problema de medición de emociones”.

En cuanto al segundo aspecto antes enumerado, sobre lo que se considera un error desde la perspectiva filosófica y ese interés de la Psicología Positiva en separar lo bueno de lo malo, Lazarus entiende que Seligman se había dejado llevar por una diatriba exagerada (mal vs bien), diatriba que parece haberse suavizado a tenor de lo reflejado en otro artículo de Seligman publicado en enero 2001 y que más tarde expondré. Lazarus desde el punto de vista de la filosofía, se refiere a esta imagen de tesis y antítesis y la eterna búsqueda de una síntesis para resolver la contradicción y como antes debiéramos darnos cuenta de que no es posible abandonar ninguno de los dos marcos de referencia opuestos, pues ambos forman parte de la misma dialéctica.

Para él, la solución debe estar encaminada al empleo de métodos de investigación mejores y más diversificados que se adapten a todas las cuestiones planteadas, así como asentar las bases sobre un fundamento filosófico y teórico mucho mas solido que el hasta ahora aportado.

4- Un último bloque de críticas puede quedar resumido en el artículo publicado en los Papeles del Psicólogo por Pérez-Alvarez (2012), quien desde varios frentes ataca a la Psicología Positiva. En su artículo critica a quienes se refiere como “hapiologos” termino que denota ya cierta ironía, defensores de un movimiento que carece de bases científicas y filosóficas en línea con lo manifestado anteriormente por Lazarus. Así mismo señala como sus orígenes parecen estar arraigados más con un movimiento religioso que con la ciencia, instaurado en la falacia de una supuesta ecuación de la felicidad y cuya eficacia no parece estar en consonancia con los resultados y la evidencia disponible, en particular referencia a las aplicaciones de la Psicología Positiva sobre el cáncer. Igualmente señala como la psicoterapia positiva aplicada para conseguir aumentar la felicidad y disminuir la depresión no parece diferenciarse del placebo. Continúa Pérez, acusando a sus defensores de dividir a la Psicología, optando por la defensa de una tiránica actitud positiva y un optimismo sin escrúpulos, además de señalar, como la felicidad no es un constructo sobre el que se pueda establecer una ciencia.

Concepto de felicidad que es criticado desde los planteamientos desarrollados por Bueno (2005) tratando de demoler una de las características principales que dieron lugar a este nuevo movimiento. Para Bueno “el principio de felicidad no expresa propiamente una “Idea-fuerza” universal y definida, sino que es más bien una fórmula oscurantista que se alimenta de Ideas muy heterogéneas, algunas puramente metafísicas (o teológicas), otras con fuerza atractiva propia, pero sin relación alguna con la felicidad, y, en todo caso, no convergentes entre sí. “El principio de felicidad es así un principio ideológico, bajo cuyo pabellón actúan intereses muy distintos, no siempre compatibles entre sí, y muchas veces repugnantes o canallas”.

Y más aún, Perez-Alvarez también coloca el foco de sus críticas en la causalidad o el origen de este movimiento con una curiosa historia interna, esto es dos versiones contadas por el propio Seligman, una de ellas infantil y otra secreta y así señalar, como la Psicología Positiva más que una ciencia nueva, parece un movimiento religioso, una epifanía, una revelación.

Como no podía ser de otra forma, defensores de la Psicología Positiva, se hicieron eco de estas duras críticas y así por ejemplo Vázquez (2013) responde en su artículo ante lo que él considera son descalificaciones nada académicas, simplemente escudadas en citas filosóficas o literarias y a la vez arremete contra las críticas realizadas por Lazarus, Cabanas y las del propio Pérez-Alvarez para quien el esencialismo y la ingenuidad son las bases sobre las que se sustenta esa “hapiologia”.

Para Vázquez, son precisamente estos caricaturizados “hapiologos”, los autores de los mejores estudios realizados sobre el hecho de que las emociones positivas puedan ocasionar y contextualmente tener efectos negativos y viceversa Cohen (2006), Fredrickson (2004) y por tanto deben evitarse lecturas ingenuas de lo positivo o negativo.

Continúa Vázquez, defendiéndose de esa visión un tanto infantil de los investigadores en emociones positivas, pues todas las investigaciones son realizadas dentro del exigente marco científico y como ese carácter novedoso utilizado por sus críticos, no está fundamentado, pues además de rendir culto a sus ancestros intelectuales, los conceptos de mentalidad saludable (W. James), funcionamiento pleno (C. Rogers) o la actualización (Maslow) han estado siempre presentes en los discursos dominantes o no de la Psicología.

Igualmente, frente al etnocentrismo y su marcado carácter individualista, Vázquez define a la Psicología Positiva como uno de los ámbitos académicos donde más reflexión e investigación se realiza sobre las diferencias culturales y de igual forma indica, es en este mismo ámbito donde tienen cabida temas esenciales o ignorados en el intento por comprender la naturaleza humana. Por otro lado, se presentan en su artículo, once estudios metaanaliticos sobre las relaciones entre bienestar psicológico y salud elaborados por varios autores ente los años 2005-2012 y tres estudios metaanaliticos sobre intervenciones positivas clínicas realizados entre los años 2009-2013, para así hacer frente a las acusaciones de una falta de literatura científica sobre las relaciones entre salud y variables psicológicas positivas.

Finalmente Vázquez, termina sus alegatos instando a una labor integradora de la Psicología, donde la comprensión profunda del placer, además de la compresión del dolor tenga lugar y donde una disolución en la corriente principal de la Psicología, sería un perfecto destino para la Psicología Positiva en el ánimo de poder continuar generando conocimiento y contribuir dentro de las posibilidades a mejorar la vida de los demás.

A raíz de lo expuesto, puede observarse como el debate entre partidarios o críticos de la Psicología Positiva además de intenso, no parece tener fin, pues vuelve a ser Pérez-Alvarez (2013) quien acto seguido en el siguiente volumen de “Los papeles del Psicólogo” de contestación a Vázquez desde un punto de vista tal y como él mismo sostiene “radical” y dirigida especialmente a los fundamentos mismos de la Psicología Positiva. Por un lado, la positividad y como diversos estudios muestran como los afectos negativos pueden ser tan positivos, como negativos pueden ser los afectos positivos. Por otro, la cientificidad, donde el conocimiento de la felicidad expuesto por la Psicología Positiva no parece ser nada novedoso.

Pero a pesar de las innumerables críticas, los postulados de Seligman, han permanecido y permanecen vigentes con el paso del tiempo , muchos los simpatizantes  y defensores que se han interesado en esta nueva Psicología Bandura (2011), Langer (2002), Hayes (2013), Diener et al (1999), Salanova y Zafra (2011), o el propio Vázquez, quien como hemos visto, responde de forma tajante a  Pérez-Alonso ante lo que él interpreta como ofensivo, tras haber tildado de “magia” la actividad de unos colegas o haber descrito con tintes “despóticos” el concepto de felicidad.

Pero cierto también es, que algunas de estas críticas, han sido recogidas por los propios fundadores de este movimiento y por tanto no debiera pasar desapercibido el anteriormente citado artículo, en el que el propio Seligman junto a Mihaly Csikszentmihalyi (2001) publica en American Psychologist, fechado en enero de 2001 bajo el título “Positive psychology: An introduction»: Reply. En este y sin llegar a ser una rectificación clara de sus planteamientos, bien parecen querer rebajar en cierto sentido el contenido de alguna de sus argumentaciones que dieron paso a la creación de este nuevo movimiento, tras la publicación de su ya famoso artículo de enero de 2000 “Pyshology an Introdution”.

Seligman, en el comienzo de este, parece alejarse de un primer enfoque que situaba a la Psicología Positiva enfrentada a la Psicología Humanista y cuyo planteamiento hacía que críticos como Lazarus, vieran en este movimiento un intento por separar la Psicología en dos partes enfrentadas, la de una Psicología “buena” centrada en aspectos positivos y la de una Psicología “mala” centrada en aspectos negativo. En su nuevo artículo, ambos autores pretenden dejar meridianamente claro, cómo no existe intención por crear un movimiento que de alguna forma monopolice la psicología, ni actuar con la intención de polarizarla, a la vez de querer dejar constancia, de la importancia de las aportaciones realizadas por los trabajos de otros autores independientemente del enfoque con que hayan sido tratados y así de este modo acallar las críticas de aquellos que tildaban a la Psicología Positiva ,de una falta de reconocimiento a las distintas  contribuciones anteriores que han tenido lugar en el intento de alcanzar las metas propuestas.

Si bien Seligman y Csikszentmihalyi tal y como me acabo de referir, pretenden ahora no ser objeto de esta crítica, su declaración de intenciones de lo que debería ser una Psicología Positiva, quedaban meridianamente patentes al expresar, como objetivo de este movimiento, «el comenzar a catalizar un cambio en el enfoque de la Psicología de la preocupación solo por reparar las peores cosas de la vida, a la construcción de cualidades positivas». Por tanto, este enfoque exclusivo de la patología que ha dominado gran parte de nuestra disciplina da como resultado «un modelo de ser humano carente de los rasgos positivos que hace que la vida valga la pena y por tanto entendían que este debiera ser cambiado”.

¿Estaba entonces la crítica de Lazarus basada en la certeza de que el nacimiento de este nuevo enfoque pretendía polarizar la Psicología o, por el contrario, Seligman y Csikszentmihalyi trataban de enriquecerla aportando un nuevo enfoque centrado en aspectos positivos que la Psicología Humanista había obviado o dejado de lado?

Quizás la respuesta se encuentre en una nueva revisión, bajo un enfoque integrador, tal y como señalan muchos autores, que recoja los conocimientos de la psicología clínica, las aportaciones de la psicología positiva y donde ambas se complementen y aprovechen sus sinergias en el camino de lograr una psicología más rica y constructiva.

Así pues, han corrido ríos de tinta desde el surgimiento de la Psicología Positiva y todo parece indicar como el debate seguirá perenne en el tiempo pues al igual que un escéptico optimista como Campoamor, le contesta a un cáustico pesimista como Diógenes el Cínico:

“Y es que en el mundo traidor nada hay verdad ni mentira: todo es según el color del cristal con que se mira”

“Las dos linternas”

 Ramón de Campoamor (1817-1901)

 

References

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