El primer semáforo de la historia

Hoy en día vemos enormes urbes, que no duermen, en las que viven millones de personas, y en las que hay  avenidas cada vez más anchas, con más carriles, por las que circulan miles de vehículos.

Los atascos son continuos pese a los centros de control de tráfico existentes, desde los que con pulsar un solo botón, se decide quien tiene preferencia y quien tiene que esperar, a que calle hay que dar más fluidez, a que carril hay que dar prioridad.

Que diferencia con aquellas ciudades en las que circulaban los coches de caballos y los primeros vehículos a motor.

¿Se imaginan por un solo momento lo que ocurriría si en una de estas grandes urbes desparecieran por un día los semáforos?.  Sin duda alguna se produciría el caos.

Pero, ¿se han parado a pensar cuando y donde se instaló el primer semáforo?

Pues el primer semáforo se instaló el 10 de diciembre de 1868, cuando el ingeniero John Peake Knight, especialista en señalización ferroviaria, inventó un artilugio que se colocó en un cruce londinense, frente al Parlamento británico.

Este semáforo funcionaba mediante luces de gas, rojas y verdes, que se iluminaban solo de noche. Combinaba este sistema con el de zumbidos; un zumbido significaba que podían avanzar unos coches, y dos, que podían hacerlo los de la otra avenida y funcionaba de modo manual, por lo que se necesitaba a un policía que lo manipulara.

Por desgracia duró poco, ya que una noche explotó y mató al policía que se encargaba de su funcionamiento. Pero la idea no cayó en el olvido. Medio siglo después llegó a Estados Unidos, se silenció el sonido y se incorporó la luz ámbar.

Casi un siglo más tarde del accidente, en 1953, los primeros semáforos eléctricos comenzaron a poblar los cruces.

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